La intervención familiar con enfoque de derechos en el marco del actual modelo de desarrollo.
Lilian Sanhueza Diaz
Resumen
La labor del trabajador social en centros que abordan la intervención infanto juvenil, tiene un fuerte componente familiar. No es posible prevenir ni resignificar situaciones de vulneración de derechos sin la presencia y participación de las familias de los niños, niñas y adolescentes implicados. Para el trabajo social, la intervención familiar es uno de los campos de acción y aborda tanto el funcionamiento interno de las familias, estructura, dinámica, pautas intergeneracionales, así como las relaciones de la familia con su medio (redes, políticas públicas etc). En este contexto, el trabajador social que interviene con familias debe conocer tanto el funcionamiento interno de estas, como las características del contexto que la influyen. En este sentido, durante los últimos años han surgido una serie de cambios en las familias y su entorno que de una u otra manera tiene implicancias en cuanto a la intervención del trabajo social.
No existe una tipología única, la concepción del concepto de familia y su estructura se amplían, el impacto de elementos del desarrollo como es la tendencia a la productividad, el empleo, la individualidad, entre otros. Instituciones tradicionales como el matrimonio se ha visto cada día más desarraigados de la concepción de familia, se evidencian intereses distintos, disfrutándose de la individualidad como un elemento de auto determinismo y disfrute de nuevas maneras de vivir juntos y de configurar estilos de identidad. A este respecto Anthony Giddens plantea que la familia surge de la asociación voluntaria de un hombre y una mujer, donde el amor ocupa un lugar central. El sexo tiene un sentido en sí mismo dentro del matrimonio y fuera de él adquiere para muchos, nueva legitimidad. Para muchos inclusive, se puede concebir el amor sin matrimonio, pero no el matrimonio sin amor.
Queda de manifiesto durante estos últimos años una tendencia a la nuclearización, la tipología de familia se ha diversificado, pasando desde familias nucleares extensas, a lo que hoy denominamos hogar unipersonal, constituyéndose en la mas pequeña, donde se deja ver un proceso de emancipación del individuo, tendencia que muestra un aumento de los hogares monoparentales y de los hijos nacidos fuera del matrimonio, las relaciones de pareja son asumidas en díadas y en donde cada vez más mujeres asumen una maternidad unipersonal no excluyente de relaciones afectivas y parentales. Esta nueva sociedad cada vez más incluyente destruye antiguas formas de convivencia social, incorporando elementos como la productividad y la competencia en las relaciones entre los individuos, la “libertad de elegir” va más allá de la economía y trasunta en la flexibilización de las relaciones de pareja”3. Para Giddens, el ámbito interno del grupo familiar, de las relaciones interpersonales, los procesos de construcción de la pareja están relacionados con una dimensión interna del grupo familiar, basada en el amor, lo cual conlleva a una organización en torno al grado de compromiso y la toma de decisiones entre sus miembros. Bajo este prisma, hoy existe un mundo de oportunidades y opciones y la familia lo ha resentido, un claro ejemplo de esto es el debilitamiento del discurso de autoridad patriarcal o paternal existente por años al interior de la familia occidental, sumándose a esto, el cambio de mirada de la imagen de la mujer.
La creciente participación de las mujeres en el ámbito laboral ha ocasionado una transformación en el funcionamiento tanto interno de la familia como a nivel externo. El aumento de la diversidad familiar, entre las que podemos señalar familias de pas de deux, de tres generaciones, unipersonales, familia acordeón entre otras, constituye un desafío para el trabajador social que interviene con familias, los procesos de individualización de la modernidad están restando protagonismo a la institución familiar, las familias están en frecuentes cambios y adaptándose a ellos, esto se demuestra en la institucionalidad de un concepto de familia en donde ya no es primordial la capacidad de decisión del genero masculino, si no de una construcción conjunta del hombre y la mujer. Pedro Guell señala “Los aspectos familiares, por la complejidad de los vínculos y sentidos que acarrean, resultan especialmente difíciles de reconstruir en el plano reflexivo e intencional en el que la modernidad suele replantear los vínculos. En cualquier caso esa reconstrucción como ocurre con la transformación del rol de la mujer en el hogar y el trabajo o con la imagen de juventud es siempre más lenta que los cambios efectivos a los que intenta adaptarse”4. La incorporación de valores familiares se encuentra en jaque ante la aceleración en los ritmos de vida de los individuos constituyéndose en un desafío de intervención en torno al surgimiento de nuevos conflictos en la familia, como son la indisolubilidad del vínculo matrimonial, el grado de la instauración del divorcio y la desinstitucionalización de los comportamientos de los individuos, es decir, la pluralidad de modelos de convivencia y familiares, o dicho de otra manera la creciente privatización de la vida cotidiana.
En este marco se encuentra el rol del trabajador social, quien a través de una acción profesional reflexiva, esto es no sólo racional y teórica sino también emocional y valórica, intenta acercarse a los conceptos de familia, individuo, sociedad y bienestar social, presentes en la cotidianidad de nuestro trabajo. Cuando hablamos de una acción profesional reflexiva se busca efectuar un reconocimiento más integrativo de los sistemas sociales, particularmente del sistema familiar, en cuanto sus procesos de autorreproducción o autopoiesis5 como diría Maturana y Varela, no sólo implican aspectos racionales, sino componentes eminentemente emotivos y valóricos que sustentan a los sistemas familiares con los cuales trabajamos.
Lilian Sanhueza Diaz
Resumen
Las siguiente reflexiones constituyen un análisis
crítico respecto de la intervención familiar desde el trabajo social, a
la luz de la Convención Internacional de los Derechos del Niño y la
legitimación de los niños y adolescentes como sujetos de derecho. Este
análisis hace referencia a la intervención con familias, intentando
describir algunas de las características claves de estas en torno a su
configuración y funcionamiento, implicancias de la Convención
Internacional de los Derechos del Niño como plataforma legal y
sociocultural, en el marco de las implicancias que el actual modelo de
desarrollo asumido en nuestro país, tiene en las familias en situación
de exclusión social.
La intervención familiar desde el trabajo social: nuevas configuraciones familiares.La labor del trabajador social en centros que abordan la intervención infanto juvenil, tiene un fuerte componente familiar. No es posible prevenir ni resignificar situaciones de vulneración de derechos sin la presencia y participación de las familias de los niños, niñas y adolescentes implicados. Para el trabajo social, la intervención familiar es uno de los campos de acción y aborda tanto el funcionamiento interno de las familias, estructura, dinámica, pautas intergeneracionales, así como las relaciones de la familia con su medio (redes, políticas públicas etc). En este contexto, el trabajador social que interviene con familias debe conocer tanto el funcionamiento interno de estas, como las características del contexto que la influyen. En este sentido, durante los últimos años han surgido una serie de cambios en las familias y su entorno que de una u otra manera tiene implicancias en cuanto a la intervención del trabajo social.
No existe una tipología única, la concepción del concepto de familia y su estructura se amplían, el impacto de elementos del desarrollo como es la tendencia a la productividad, el empleo, la individualidad, entre otros. Instituciones tradicionales como el matrimonio se ha visto cada día más desarraigados de la concepción de familia, se evidencian intereses distintos, disfrutándose de la individualidad como un elemento de auto determinismo y disfrute de nuevas maneras de vivir juntos y de configurar estilos de identidad. A este respecto Anthony Giddens plantea que la familia surge de la asociación voluntaria de un hombre y una mujer, donde el amor ocupa un lugar central. El sexo tiene un sentido en sí mismo dentro del matrimonio y fuera de él adquiere para muchos, nueva legitimidad. Para muchos inclusive, se puede concebir el amor sin matrimonio, pero no el matrimonio sin amor.
Queda de manifiesto durante estos últimos años una tendencia a la nuclearización, la tipología de familia se ha diversificado, pasando desde familias nucleares extensas, a lo que hoy denominamos hogar unipersonal, constituyéndose en la mas pequeña, donde se deja ver un proceso de emancipación del individuo, tendencia que muestra un aumento de los hogares monoparentales y de los hijos nacidos fuera del matrimonio, las relaciones de pareja son asumidas en díadas y en donde cada vez más mujeres asumen una maternidad unipersonal no excluyente de relaciones afectivas y parentales. Esta nueva sociedad cada vez más incluyente destruye antiguas formas de convivencia social, incorporando elementos como la productividad y la competencia en las relaciones entre los individuos, la “libertad de elegir” va más allá de la economía y trasunta en la flexibilización de las relaciones de pareja”3. Para Giddens, el ámbito interno del grupo familiar, de las relaciones interpersonales, los procesos de construcción de la pareja están relacionados con una dimensión interna del grupo familiar, basada en el amor, lo cual conlleva a una organización en torno al grado de compromiso y la toma de decisiones entre sus miembros. Bajo este prisma, hoy existe un mundo de oportunidades y opciones y la familia lo ha resentido, un claro ejemplo de esto es el debilitamiento del discurso de autoridad patriarcal o paternal existente por años al interior de la familia occidental, sumándose a esto, el cambio de mirada de la imagen de la mujer.
La creciente participación de las mujeres en el ámbito laboral ha ocasionado una transformación en el funcionamiento tanto interno de la familia como a nivel externo. El aumento de la diversidad familiar, entre las que podemos señalar familias de pas de deux, de tres generaciones, unipersonales, familia acordeón entre otras, constituye un desafío para el trabajador social que interviene con familias, los procesos de individualización de la modernidad están restando protagonismo a la institución familiar, las familias están en frecuentes cambios y adaptándose a ellos, esto se demuestra en la institucionalidad de un concepto de familia en donde ya no es primordial la capacidad de decisión del genero masculino, si no de una construcción conjunta del hombre y la mujer. Pedro Guell señala “Los aspectos familiares, por la complejidad de los vínculos y sentidos que acarrean, resultan especialmente difíciles de reconstruir en el plano reflexivo e intencional en el que la modernidad suele replantear los vínculos. En cualquier caso esa reconstrucción como ocurre con la transformación del rol de la mujer en el hogar y el trabajo o con la imagen de juventud es siempre más lenta que los cambios efectivos a los que intenta adaptarse”4. La incorporación de valores familiares se encuentra en jaque ante la aceleración en los ritmos de vida de los individuos constituyéndose en un desafío de intervención en torno al surgimiento de nuevos conflictos en la familia, como son la indisolubilidad del vínculo matrimonial, el grado de la instauración del divorcio y la desinstitucionalización de los comportamientos de los individuos, es decir, la pluralidad de modelos de convivencia y familiares, o dicho de otra manera la creciente privatización de la vida cotidiana.
En este marco se encuentra el rol del trabajador social, quien a través de una acción profesional reflexiva, esto es no sólo racional y teórica sino también emocional y valórica, intenta acercarse a los conceptos de familia, individuo, sociedad y bienestar social, presentes en la cotidianidad de nuestro trabajo. Cuando hablamos de una acción profesional reflexiva se busca efectuar un reconocimiento más integrativo de los sistemas sociales, particularmente del sistema familiar, en cuanto sus procesos de autorreproducción o autopoiesis5 como diría Maturana y Varela, no sólo implican aspectos racionales, sino componentes eminentemente emotivos y valóricos que sustentan a los sistemas familiares con los cuales trabajamos.